BIOGRAFÍA de José González Barrero
Nace en Valencia del Ventoso, una de las cunas del movimiento obrero extremeño
José González Barrero nació en Valencia del Ventoso (Badajoz) en 1893. Sus padres regentaban allí una bodega. Y Valencia del Ventoso es una de las cunas del movimiento obrero extremeño.
A finales del siglo XIX, Valencia del Ventoso era una población de unos cuatro mil habitantes dedicados fundamentalmente a la agricultura. Situada en el partido judicial de Fuente de Cantos, formaba parte de una de las zonas extremeñas donde la distancia social entre propietarios y campesinos era más notable. Pareja a ella, se agudizaba también la conflictividad social propia del campo extremeño durante la Restauración monárquica.
En septiembre de 1893, unos meses antes del nacimiento de José González, está documentado un motín en Valencia provocado por la carestía de los productos básicos y por los recargos de precios achacables a los impuestos municipales. Fueron detenidas alrededor de treinta personas.
A comienzos del siglo XX los obreros ya estaban organizados en la sociedad «Luz y Progreso», que incluso llegó a contar con escuela.
En 1918, cuando José González vivía ya Zafra, vuelven a producirse conflictos en Valencia del Ventoso, provocados en esta ocasión por el paro y el hambre. Una huelga obrera reclama un jornal de 2,25 pesetas. Los patronos sólo ofrecen 2 pesetas. El 7 de octubre el alcalde ordena la clausura del centro obrero. La gente se amotina. Insulta y apedrea a las autoridades locales y a la Guardia Civil, que responde disparando, y mata a dos mujeres y a un hombre e hiere a doce personas más. Los cadáveres permanecen en la calle durante catorce horas a la espera de la llegada del juez. El malestar es enorme. En los días siguientes se concentran en el pueblo 125 guardias civiles. Finalmente, los patronos aceptan el jornal solicitado por los obreros...
Trabaja en Zafra, dueño de un hotel
A comienzos de la década de los veinte González se avecindó en Zafra y se empleó como dependiente en un comercio textil , precisamente en la calle Sevilla.
José González no era un jornalero. Primero fue un dependiente de comercio y después tendría su propio negocio, nada más y nada menos que un hotel.
A mediados de la segunda década del siglo, cuando él se asienta allí, Zafra ―con unos siete mil habitantes― vivía los primeros momentos de unos años de especial apogeo económico, cultural y social. La estructura social de Zafra era distinta a la de las localidades colindantes del sur extremeño, como Valencia del Ventoso. Frente a la simplificación social de su entorno entre propietarios y campesinos, en Zafra existía una mayor diversidad de clases.
En cuanto a la política, se venían turnando desde hace cincuenta años en la presidencia del ayuntamiento, como en la mayoría de los municipios españoles, los dos grandes partidos monárquicos, el liberal y el conservador. El control político que ejercían sobre la población no era más que la manifestación de su poder económico y social.
El principal establecimiento hotelero de Zafra era por entonces el Hotel Cabañas. José González y un familiar pedirán un préstamo a amigos de Valencia del Ventoso y conseguirán el traspaso. Convertidos en socios, lo regentarán juntos durante más de diez años, vivirán en él con sus familias y se turnarán cada mes en la gestión y administración del establecimiento. La adquisición del hotel Cabañas dota a Pepe González de una posición más acomodada en la sociedad zafrense.
Con la Dictadura de Primo de Rivera Zafra se convierte en el centro político de la provincia. Gracias a su protagonismo en la política provincial, será objeto de atención preferente por la administración nacional y llegará a recibir en octubre de 1926 la visita del dictador.
Aún es necesaria una investigación más profunda sobre las relaciones de la dictadura con determinados sectores del socialismo en los pueblos y ciudades de España. Cuando el dictador da el golpe de Estado con la aquiescencia del monarca, el Partido Socialista manifiesta su rechazo. Primo de Rivera prohíbe las manifestaciones del primero de mayo y Pablo Iglesias se opone a la dictadura en uno de sus últimos artículos y escribe que el partido socialista siempre estará enfrente de todo cuanto vaya contra la Libertad y la Justicia. Pero la oposición del PSOE a la dictadura estuvo condicionada por la aversión que el partido sentía hacia el régimen frente al que se había levantado esa dictadura. El PSOE estaba en contra de Primo de Rivera, pero no estaba a favor del sistema oligárquico de partidos turnantes de la monarquía. Esa circunstancia permitió que, una vez muerto Pablo Iglesias, se abriera paso en el seno del partido la postura de quienes toleraban la dictadura como si no fuera con ellos. Y algunos fueron incluso a más....
En los primeros meses de la II República es elegido alcalde de Zafra
Una lesión en la nariz le lleva al quirófano a edad temprana. Los escasos medios de la época o la impericia del cirujano le provocan una deformación en el rostro: el ojo derecho mucho más grande que el izquierdo y algo caído. Siempre vivirá con esa extraña expresión facial sin que ese defecto fuera, al parecer, un impedimento para el desarrollo de su personalidad.
Pepe González era un hombre sensato, bondadoso y de acusada personalidad. A pesar de actuar como representante de la clase obrera, era —como ha quedado dicho— lo que se llamaba entonces un «industrial», con un capital económico bastante superior a la mayoría de sus convecinos. Era, pues, miembro de la escasa clase media de entonces.
Por otro lado, fue una persona valiente, desenvuelta y activa, a la que era difícil «achantar». Esto le dotó en Valencia y en Zafra de un apodo popular muy significativo: Pepe “el Fresco”, que algunos intentaron convertir en insulto
Aunque, como he dicho, ignoro los detalles de la actividad política que desempeñó González durante los años veinte, el 12 de abril de 1931 se presenta ya como candidato socialista a las elecciones municipales que a la postre traerían la II República. Lo hace en una lista unitaria en la que se integran republicanos de todas las tendencias.
En 1932 comienzan las tensiones políticas
El clima de concordia en Zafra comenzó a cambiar en el último trimestre de 1931, al tiempo que también se enrarecía la situación política nacional. Durante el otoño se debaten en las Cortes los artículos de la futura Constitución. Las crónicas en la prensa de las discusiones y discursos de la Comisión Constitucional en el palacio de las Cortes dividen a los lectores, que van situándose a favor o en contra de la redacción final de los artículos. El principal debate es el religioso, en torno al artículo 26 (24 en el proyecto constitucional).
El 26 de diciembre de 1931 aún se aprueba en Zafra por unanimidad el primer presupuesto municipal del gobierno socialista. Incluía nuevas partidas de ingresos destinadas claramente a gravar a las clases más adineradas de la población: derechos y tasas por desagüe de canalones, entrada de carruajes en edificios particulares, rejas y ventanas salientes a la vía pública.
Pero, a partir de enero de 1932, el consenso entre los concejales se rompe. El ayuntamiento de Zafra toma medidas polémicas, que dividen a la opinión pública y que le granjean la animadversión de una parte de la población. Algunas de las decisiones controvertidas eran el resultado de la rectitud con la que el ayuntamiento de José González pretendía mantener la legalidad. El grupo de gobierno actuó con firmeza contra los abusos que algunos venían realizando desde hace años.
Pero el principal foco de tensión en la gestión del gobierno municipal de Zafra vino dado por la llamada «cuestión religiosa». El 26 de enero de 1932 el alcalde, en cumplimiento del artículo 26 de la recientemente promulgada Constitución, que −como se ha señalado− prohibía la enseñanza a los religiosos, clausura las escuelas que mantenían los religiosos de «El Rosario»: ...
Unos días después, el periódico madrileño ABC reproduce el oficio y, bajo el titular «Un alcalde que se anticipa a las Cortes y al Gobierno», pide el cese de José González «por desobediente y perturbador». También reproduce el escrito y se manifiesta en parecidos términos, con el titular «Una “alcaldada” del alcalde de Zafra», el diario católico tradicionalista El siglo futuro. José González Barrero se había convertido en el centro de las críticas de los principales periódicos ultraconservadores de España.
Y es que el artículo de la Constitución que prohibía a los religiosos el ejercicio de la enseñanza aún no había sido desarrollado a través de una ley.
Al alcalde le preocupaba la escasa ocupación de las escuelas nacionales que acababan de crearse en la ciudad y consideraba que la razón era la competencia que ejercían sobre ellas las escuelas religiosas.
A las once de la noche del 1 de mayo de 1932 el matrimonio González Nogales pierde a su hija pequeña, de tres meses, como resultado de una bronconeumonía. El nombre de la pequeña era una plasmación del entusiasmo de las ideas políticas del padre: la habían llamado República. El entierro civil de la pequeña se convierte en una manifestación de duelo multitudinaria. Pero las críticas al alcalde desde el sector más reaccionario de la población ya han comenzado. Meses después, un anónimo dirá que ese día José González «había paseado, cual mascarada carnavalesca, el cadáver de su hija».
A finales de julio de 1932 crecen los rumores sobre una inminente sublevación militar, que para algunos estaría participada por destacados elementos del Partido Radical. La tensión en Zafra es enorme.
El 23 de julio de 1932, el PSOE y la UGT, desde la Casa del Pueblo de Zafra, denuncian en un pasquín la existencia de una campaña contra el alcalde. El documento puede considerarse la primera respuesta al fascismo en Zafra, ya que explica la génesis y estrategia de oposición de la extrema derecha al ayuntamiento socialista, denunciando directamente la aparición de las JONS, las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, creadas a finales de 1931.
En el panfleto de la Casa del Pueblo se decía que las primeras críticas de «la caverna» habían venido con ocasión de la «cuestión religiosa», se negaba la existencia de una persecución a la religión y se reprochaba la actitud de quienes no respetaron ni el dolor de José González por la pérdida de su hija República, atacándole con anónimos. Las perturbaciones se habían acentuado al aparecer las JONS. El texto atacaba a la organización fascista y la equiparaba a las milicias hitlerianas:
el Reglamento porque se rigen propugna abiertamente por implantar en España un régimen de dictadura, haciendo revivir épocas medioevales, el mismo símbolo de su emblema lo delata, el yugo, con el que quieren aherrojar la Libertad y la Democracia española, parodiando a las milicias alemanas de Hitler.
La paciencia terminó inmediatamente, porque poco después de publicarse este pasquín, posiblemente el 24 o 25 de julio de 1932, el alcalde ordenó la detención de catorce personas en la localidad.
Como los detenidos llevaban cruces en la solapa y en el pecho, eso fue suficiente para que la prensa derechista de toda España recogiera en sus páginas la decisión como si el único motivo hubiera sido que llevaran crucifijos. La Nación de Madrid titula «Por el alcalde de Zafra, que es socialista, ha sido decretada la detención de catorces personas que llevan crucifijos en el pecho». Se silenciaba la ideología jonsista de los detenidos y se hacía aparecer las detenciones como una decisión exclusivamente antirreligiosa.
Aunque las fuentes disponibles no aclaran suficientemente los hechos, me inclino a enmarcarlos en el clima de violencia verbal y física que pretendieron generalizar las recién creadas JONS. Las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista habían sido fundadas en octubre de 1931 como resultado de la fusión de los grupos fascistas de Ledesma Ramos y las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica de Onésimo Redondo. Su ideario violento no dejaba lugar a dudas: Es una de nuestras consignas permanentes la de cultivar el espíritu de una moral de violencia. En Zafra había por esos días un grupo muy activo de jonsistas, comandados por el albañil y constructor Bernardino Oliva Olivera, que supuso la primera respuesta violenta de la derecha local al nuevo régimen.
El 16 de octubre de 1932 vuelven a celebrarse elecciones parciales al Ayuntamiento y vuelven a ganar los socialistas. Los primeros conflictos del mandato no habían hecho mella en el apoyo electoral del Partido Socialista en Zafra y la mayoría absoluta en el ayuntamiento se acrecentaba. La completa orientación izquierdista del pleno permite a José González decir que el lema de la administración municipal es «La defensa y el mejoramiento de la clase obrera». Su ayuntamiento era pues un ayuntamiento de clase, la obrera, como los que le habían precedido durante los años y décadas anteriores habían sido también de una única clase, la de los terratenientes y adinerados.
1933. Los sucesos de Hornachos: primer encarcelamiento.
A comienzos de febrero de 1933 le ha nacido otra hija al matrimonio formado por José González y Rosario Nogales. Pero la felicidad les dura poco. Al igual que el año anterior le ocurriera a República, España, que ése es el nombre del retoño, muere el 25 de febrero, a los quince días de vida, de resultas de una gripe. Era un mal presagio al comienzo de un año que acabará siendo muy duro para José González.
Durante 1933 las intrigas políticas fueron constantes y el alcalde de Zafra no pudo escapar de ellas, más aún cuando estaba en primera línea de la política local e incluso provincial, pues era creciente su autoridad moral entre los militantes de izquierda extremeños.
El 23 de abril de 1933 se celebraron elecciones en veintiún pueblos de la provincia. Era la primera vez que las mujeres ejercían su derecho al voto reconocido en la Constitución de 1931. Hornachos era el principal pueblo en este caso, con 14 concejales en liza. El 23 de abril el alcalde de Zafra encabezó en esa localidad una manifestación de más de trescientos socialistas y comunistas llegados de todos los pueblos cercanos. Un altercado con las fuerzas de la Guardia Civil provocó la respuesta desmesurada de ésta, ocasionándose cinco muertos y numerosos heridos. Uno de los muertos falleció de un ataque al corazón al huir despavorido hacia su casa.
Los hechos provocaron una considerable conmoción y dos meses después el alcalde de Zafra ingresó en la cárcel de Badajoz el 19 de junio de 1933 acusado por sus enemigos políticos —especialmente por el diputado radical Rafael Salazar Alonso— de que, al haber encabezado la manifestación él era el responsable de los disturbios. Aunque la manifestación hubiera sido previa a los hechos y el alcalde no estuviera presente cuando sucedieron.
Con el alcalde encarcelado, en el pleno del 23 de junio el ayuntamiento hace constar la más viva protesta por la arbitraria detención de su Alcalde. En la cárcel es entrevistado por Margarita Nelken para El socialista. José González se reincorpora a su puesto el 28 de junio, pero a partir de ese momento el acoso al que es sometido se acrecienta y buena parte de la dirección del mismo pasa a ser ejercida por el recientemente creado diario Hoy, que en ese momento era un periódico de extrema derecha.
1934. El segundo encarcelamiento.
Las elecciones de finales de 1933 las ganó el centro derecha. El resultado de las elecciones espoleó las críticas al ayuntamiento socialista.
Unos meses después de las elecciones Rafael Salazar Alonso, un antiguo conocido de Pepe González, es nombrado ministro de la Gobernación y eso supone un estrechamiento del cerco al ayuntamiento de Zafra. Diez días después del nombramiento del ministro, el 13 de marzo, envía a Zafra un delegado gubernativo —Regino Valencia— con el objeto de practicar una inspección. Aunque la inspección había sido solicitada por varios señores de la localidad no es aventurado pensar en el interés que puso en el asunto el propio ministro, enfrentado con José González desde los sucesos de Hornachos.
En la madrugada del 10 de abril de 1934 su mujer, Rosario Nogales, había dado a luz a una niña, a quien pusieron el nombre de Libertad. Tras los fallecimientos de República y España, Libertad sí lograría escapar de los elevados índices de mortalidad infantil de aquellos años. Algún tiempo después y según testimonio de sus familiares, su padre repetía una frase de indudable doble sentido: Se me murió (la) República, se me murió España y sólo me quedó (la) Libertad.
El 27 de abril, un día antes de que se haga público el resultado de la inspección gubernativa, el alcalde de Zafra es destituido, aunque sólo por unas semanas. Una causa pendiente por coacciones electorales con motivo de los sucesos de Hornachos es el motivo del cese, decretado por decisión judicial.
Sin duda, los cargos contra el ayuntamiento de Zafra obedecían a una clara decisión política del Partido Republicano Radical, dispuesto a destituir, como así hizo, a la mayoría de los ayuntamientos de izquierdas de España. La mayor parte de las acusaciones eran de carácter político.
Al gobierno le interesaba —y, por supuesto, al ministro de la Gobernación, Rafael Salazar Alonso— desactivar el peligro de un ayuntamiento desafecto de la importancia del de Zafra en el sur de la provincia antes de la huelga campesina anunciada para principios de junio de ese año. Y así, a pesar de que el 24 de mayo José González volvió a ocupar la alcaldía gracias a una amnistía, el 26 de mayo de 1934 él y sus concejales fueron destituidos por el gobernador civil.
Y tras la destitución, la segunda detención. Una conocida peña de la localidad celebraba en la Callejita del Clavel una velada el domingo 3 de junio de 1934. En la madrugada de ese domingo de velada popular es cuando se producen unos sucesos que tendrán gran trascendencia. En efecto, la prensa de esos días refleja unos sucesos en los que se vio involucrado el ya ex-alcalde de Zafra. El diario Hoy titula y subtitula en su ejemplar del 5 de junio de 1934: «El ex-alcalde de Zafra detenido por agredir a un sereno», «Una veintena de individuos por él capitaneados se avalanzaron [sic] sobre los dos serenos al grito de Viva la Revolución».
La redacción de la noticia del Hoy era todo un ejemplo de desinformación y manipulación periodística. A pesar de que la reseña tenía relevancia tipográfica y gran número de calificativos, pretendía crear una opinión antes que informar de unos hechos.
Como consecuencia de la actuación judicial fueron detenidos José González y otros militantes de la izquierda local.
Dos días después de la detención de José González, estaba prevista una huelga general campesina. Esa fue la verdadera razón de la detención de los dirigente obreros de la localidad.
La animadversión del diario Hoy hacia el ex alcalde de Zafra, al que llama distinguido delincuente, tiene su culmen en una nota editorial del 7 de junio:
El 19 de julio de ese mismo año José González Barrero era condenado, junto a otros siete dirigentes socialistas, a cuatro años de cárcel por un delito de «atentado contra la autoridad». El juicio en Badajoz por esos sucesos, según recuerda alguno de los que asistió, se convirtió en una manifestación de solidaridad hacia Pepe González y los militantes socialistas detenidos, con presencia de numerosos paisanos zafrenses. Terminado el juicio fueron trasladados a la prisión de Alicante, donde acabará su vida fusilado José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, y donde también murió el poeta Miguel Hernández.
De la actitud del alcalde durante aquellos meses da fe la dedicatoria que, a la vuelta de una foto suya en prisión, ofrece a su correligionario Luis Calderón Ortíz:
"Lo que para algunos “Patricios” o “Señores” es una vejación, para nosotros los esclavos, es una apoteosis. ¡Adelante!"
A mi querido amigo Luis Calderón, le dedico este recuerdo sin sentirme preso ni presidiable."
José González
Reformatorio Alicante 22/12/34
1936. Vuelta a Zafra.
Tras la victoria del Frente Popular se abrieron las cárceles y se liberó a los presos. José González volvió a Zafra.
Durante este tiempo la preocupación fundamental del alcalde fue evitar desmanes y violencias, y aunque no tuvo siempre el éxito deseado, sí logró que nadie muriera en Zafra. Para ello se vio obligado a enfrentarse con un sector de sus propios partidarios, dispuestos a hacer pagar los abusos que durante años habían sufrido y las culpas que, a veces erróneamente y otras con acierto, atribuían a personas o sectores identificados con las clases conservadoras o monárquicas.
La situación política del país se encrespa cada día. En Zafra la situación no fue tan grave como en otras partes de España, pero hubo agresiones, peleas y otros hechos que, sin ser sangrientos, eran manifestación y consecuencia del enrarecido ambiente que se vivía. El principal foco de tensión política en Zafra durante la primavera de 1936 estuvo motivado, como ya ocurriera durante el primer bienio de la República, por la cuestión religiosa. Y fue José González Barrero quien, desde la autoridad que ejercía como alcalde, impidió que fueran allanados los conventos e iglesias del pueblo y puso a salvo personalmente a las congregaciones religiosas de Zafra, a los claretianos, a las clarisas, a las dominicas, a las monjas y frailes carmelitas…
Un conocido vecino de Zafra, Cayetano Berciano, que vivió en su infancia algunos de los hechos de esa primavera relata, por ejemplo, la salida de los religiosos del Rosario:
"Corría alguna parte del tiempo que va de Febrero a Julio de 1936. Jugando, paseando, soñando iba con otros muchachos por nuestro barrio; por ese trozo de mi pueblo que es desde el Arco del Cubo al Arco de Jerez y que llaman Campo del Rosario. De pronto, observamos un gran tumulto de hombres vociferantes y enardecidos junto a la verja que antecede al patio de la iglesia del Rosario; pugnaban por entrar y zarandeaban con furor la puerta. A poco, llegó un hombre de carácter nervioso, mediana talla, muy enjuto de carnes, grandes ojeras y bien proporcionado cuerpo. Se puso delante de los campesinos y obreros y con gesto enérgico y decidido sacó una pistola y dijo que dispararía contra quien intentara entrar. Después les habló y convenció para que se retiraran, pues no había que hacer daño alguno a aquellos religiosos, y la Iglesia era del pueblo y tenía que ser respetada."
A poco salieron los frailes vestidos con ropas prestadas por los vecinos y nadie los molestó en su marcha.
(…) He de expresar que el protagonista de esta historia se llamaba José González, propietario del negocio Hotel Cabañas, primer alcalde socialista de Zafra, cuya conducta evitó que frailes, iglesia y retablo sufrieran aquel día daños irreparables.
El lunes 4 de mayo las expulsiones continúan y el alcalde sigue haciendo frente a los exaltados. El turno le corresponde ahora al convento de Santa Clara. Gracias a un testimonio excepcional conocemos lo sucedido. Se trata de un relato escrito por María Aurelia de la Santísima Trinidad Delgado Hernández, una de las monjas del cenobio. Por él sabemos que a mediodía de ese lunes, un grupo de izquierdistas animan a las masas gritando en la calle Sevilla «¡Vamos a por las claras!». La multitud se dirige al convento, situado en el centro de esa calle, y exige a las monjas que lo abandonen. La abadesa responde diciendo: «nosotras no salimos del Convento hasta orden Superior, pues el Sr. Alcalde nos ha ordenado no salgamos hasta que él no lo ordene». Uno de los dirigentes del grupo, evidenciando el distanciamiento que se había producido entre José González y los sectores más radicales de la izquierda local, le replica «que el Alcalde no tenía nada que ver en este asunto; aquí ordena el Presidente del Comité». En ese momento
"…se apercibió el alcalde de la algazara y todo nervioso, haciendo calle entre las turbas, se acercó al torno de las religiosas y dijo: «Madre Abadesa, qué le han ordenado a usted». «Señor alcalde, que inmediatamente nos echemos a la calle». Y volviéndose a las turbas y porraceándose el pecho, dijo: «Ustedes no son nadie, el alcalde soy yo, el Presidente soy yo, el pueblo soy yo, y si en cinco minutos no os dispersáis llamo a la Guardia Civil y os arrasa a todos»; se fueron marchando y decían unos a otros arrancándose las corbatas encarnadas “¿entonces para qué queremos esto?”. Y así quedó el patio y calle de Sevilla sin un alma."
En las horas siguientes el alcalde fue amenazado. Según el testimonio de la propia madre María Aurelia de la Santísima Trinidad los radicales intimidaron a José González diciéndole que si no expulsaba a las monjas le cortaban el cuello o tenía que deponer del cargo. El alcalde acordó con las monjas que las recogería a las tres de la madrugada, para que el pueblo no se apercibiera, y las acompañaría al Hospital de Santiago, atendido por religiosas siervas de María.
En las primeras horas de la madrugada del día 5 de mayo, y junto al inspector de la Policía y al teniente de la Guardia Civil, el alcalde traslada personalmente a las clarisas al cercano Hospital. La monja que relata los hechos no duda en describir con palabras elogiosas el comportamiento que en todo momento tuvieron el alcalde y sus acompañantes:
" Efectivamente a las 3 de la madrugada del día 5 se presentó en la portería del Convento el Alcalde, el Inspector y el Teniente de la Guardia Civil y nos condujeron a las dichas Siervas de María llevándonos ellos mismos los bultos de ropa que entre ellos metimos las alhajas de más valor que fue en gran cantidad que nosotras no podiamos con los bultos de la ropa, pues nos resistiamos en que ellos los tomasen apesar de insistir en que nosotras no nos molestaramos pero temiamos que notasen el peso tan excesivo; no obstante fueron tan prudentes que los llevaron sin registrar ni decir palabra alguna."
Minutos después el Alcalde, el inspector de la policía y el teniente de la Guardia Civil se van al convento del barrio de los Mártires y trasladan a las carmelitas que residían en él hasta el mismo Hospital.
La evacuación de los religiosos de Zafra se había culminado. Claretianos, frailes carmelitas, dominicas, clarisas y monjas carmelitas habían sido puestos a salvo gracias a la autoridad de José González Barrero, que no dudó en enfrentarse a los sectores más radicales del Frente Popular con tal de mantener la legalidad. A este ejercicio permanente de la autoridad se vio obligado un alcalde que, a pesar de la oposición de algunos grupos violentos, contó siempre con el apoyo de la mayoría del pueblo.
El clima de tensión se acrecentó con la sublevación militar del 17 de julio de 1936. José González tiene en esos momentos dos preocupaciones básicas y no necesariamente contrapuestas: controlar las conexiones de la sublevación en Zafra y evitar la violencia del radicalismo de sus propios camaradas. Algunas de las decisiones que se toman sirven para ambos objetivos, como el encarcelamiento de una veintena de derechistas en la iglesia del convento de Santa Marina.
El día 21 de julio se constituye en Zafra el denominado Comité del Frente Popular de Ayuda al Gobierno que preside el propio González. En esos días también el alcalde tuvo que hacer frente a los exaltados: Un grupo de mineros, procedentes al parecer de Huelva, se presentaron en las puertas de la iglesia de Santa Marina con la intención de asesinar a los presos encarcelados. El alcalde de Zafra, protegido por las armas de sus partidarios, disuadió a los radicales de sus pretensiones y logró salvar la vida de los encarcelados.
José González, en su celo por preservar la vida de los presos, llegó incluso a mandar retirar una bandera republicana que los milicianos habían colocado en el tejado de Santa Marina. Temía que la presencia de la bandera convirtiera a la iglesia en blanco militar de las bombas de la aviación sublevada.
Pepe González tuvo también cierto protagonismo en las operaciones militares. Es él quien informa al Ministerio de la Guerra del desarrollo de la batalla:
Tras la derrota de Los Santos, los milicianos e izquierdistas que se habían batido regresan a Zafra precipitamente, recogen unos pocos bártulos y comienzan a abandonar la ciudad en la tarde y noche de ese mismo jueves.
1936-39. La guerra y la huida
Mientras tanto José González el alcalde llegará a su pueblo natal, Valencia del Ventoso, en la misma mañana del día 7 de agosto.
Los huidos que han decidido emprender camino hacia el sur se van a encontrar en una difícil situación cuando, una vez conquistado Badajoz, los sublevados decidan bajar desde la capital para barrer los pueblos cercanos a la frontera y situados en el lado izquierdo del avance de las columnas desde Sevilla. El 17 de agosto se tomaba Olivenza; al día siguiente La Albuera y Aceuchal; el 19 Almendral. Villalba de los Barros, Feria y Fuente del Maestre eran tomados el 20 de agosto
Los milicianos de esos pueblos y los partidarios de izquierdas que se habían refugiado en ellos huyendo de la capital se vieron obligados a retroceder hasta Valencia del Ventoso. Allí acude José Sosa Hormigo, diputado socialista en Cortes y dirigente de Barcarrota, junto a otros militantes de izquierda de la comarca. Todos ellos se reúnen en una improvisada asamblea de milicianos de los alrededores, en la que sin duda participó José González.
Desde Valencia del Ventoso, Burguillos del Cerro, Fregenal de la Sierra… desde las dehesas del suroeste extremeño, cientos, miles de hombres y mujeres inician una desesperada huida hacia los Llanos de LLerena buscando la salida a Ciudad Real y Toledo, y desde estas provincias a Madrid:
La gente escapa por oleadas, aprovechando la noche. Juan Francisco Gómez Rodríguez, antiguo secretario del ayuntamiento de Almendralejo y funcionario del Ministerio de Trabajo, está junto a José González en Valencia durante esos días y forma parte de una de esas expediciones. Él nos ha dejado un relato de ese tremendo éxodo:
"En Valencia del Ventoso permanecimos hasta el 17 de Septiembre (me parece pues al final de la guerra me vi obligado a romper un diario y me fio de la memoria), De Valencia, todo perdido, organizamos la salida a Zona republicana. guiados por el compañero Peñas, minero de Rio-Tinto, que conocía bien el terreno, y por mi que por haber realizado inspecciones de trabajo durante más de dos años conocía la Región. A las 10 de la noche requisionando cuantas mulas y caballos había, para mujeres, responsables y viejos, salimos de Valencia en dirección Llerena, modificando despues el itinerario hacia Azuaga y Fuente del… [Arco]"
También en esos momentos la actitud de Pepe González es ejemplar. Retrasa su salida para evitar posibles problemas en el pueblo y, según su compañero de huida, asegura hasta el último instante la vida de los derechistas encarcelados en Valencia:
class="textorepresion">"Pepe, que dejaba a su esposa y a sus hijos en Valencia del Ventoso se quedó para garantizar nuestra salida sin incidentes en el pueblo hasta media noche, quedando en reunirse con nosotros en Burguillos del Cerro o despues de Azuaga. De que tuvo la seguridad de que estabamos cerca de las sierras de Guadalcanal, le entregó las llaves de la carcel al cura para que pusiera en libertad a los presos fascistas y él salió solo a nuestro encuentro., Dos dias después nos encontramos de nuevo en Azuaga, pues nosotros ante las dificultades de pasar por Llerena y las cercanías habiamos modificado nuestro proyecto. De Llerena continuaban dueños los fascistas a pesar de las noticias facilitadas por la radio de Madrid y Pepe tuvo que encaminarse a Azuaga. De allí, dos días después por Peñarroya marchamos a Madrid, quedándose Ibáñez en Agudo (su pueblo natal) provincia de Ciudad Real."
Aunque las autoridades republicanas habían logrado que en Zafra no hubiera ningún muerto durante los veinte días de la guerra civil en el que se mantuvo en territorio republicano, la entrada de las tropas africanistas supuso el inicio de la matanza. Alrededor de 50 personas mueren el día de la toma, todas ellas asesinadas por pelotones de fusilamiento que fueron dejando un reguero de sangre en el camino de vuelta de los militares hacia Los Santos de Maimona. Alrededor de 180 personas fueron asesinadas durante los meses posteriores. Sólo tres murieron en Consejo de Guerra.
Mientras tanto, en Zafra el Hotel Cabañas es arrasado. Todos los muebles de la familia González son arrojados a la calle. Algunos falangistas van a buscar a Pepe a Valencia del Ventoso y molestan en varias ocasiones a su mujer e hijos. Como todo cazador, José González tenía una perra, que respondía al nombre de Linda. Los perseguidores del alcalde de Zafra llegaron a utilizar a la perra para que rastreara a su dueño, aunque infructuosamente pues González ya estaba en la capital de España.
En Zafra a las acusaciones políticas contra José González se le ha unido una nueva recriminación por un supuesto robo en la caja de caudales del ayuntamiento.
Ajeno a lo que ocurre en Zafra, José González llega a Madrid el 21 de septiembre de 1936, tras sobrevivir a la larga marcha iniciada en Valencia del Ventoso. En la capital permanece durante un tiempo que no hemos logrado determinar. Su compañero de huida, Juan Francisco Gómez Rodríguez, le pierde la pista en esos días:
"En Madrid me parece fue el 21 de septiembre yo encontré a mi esposa e hijos que habían escapado de Mérida, y se encontraban en un Refugio donde los había encaminado Margarita Nelken (Diputada y amiga personal) que a su vez me consideraba fusilado por los fascistas ya que el periodico “Hoy” habia publicado la fotografía compuesta de mi entierro. Despues Pepe marchó a Castuera y yo me quedé en Madrid encuadrado como oficial en el Ejercito Republicano."
José González vuelve a Extremadura. En Castuera llegará a ser una de las autoridades en el territorio republicano conocido durante la guerra como «Bolsa de La Serena». Sabemos poco de este período final de la vida de José González. Según su familia, formó parte del Consejo Provincial, especie de Diputación Provincial que rigió la pequeña zona republicana extremeña más tardíamente conquistada por las tropas de Franco. En este órgano fue consejero de Abastos. Así lo asegura también el ex-secretario del ayuntamiento de Almendralejo:
"En dos o tres ocasiones a mi paso por Castuera en mision de servicio estuvimos juntos. Destinado el verano de 1937 al Ejercito de Extremadura, yo estuve en Cabeza del Buey hasta fines del año 1938 que fui destinado a Jaen, donde me cogió la caida del Centro y durante esos meses de fin del 38 a fin de Marzo de 1939, ya no tuve mas noticias directas de Pepe González.
Por compañeros extremeños –entre otros A… Barquero que fue consejero con González en Castuera, y que logró llegar al Sahara, supe que se había quedado encerrado en el Centro."
El contacto entre José González y su familia se mantiene gracias a la Cruz Roja, que intercambiaba los mensajes de este tipo entre ambas zonas. Mientras la situación del frente bélico lo permite González hace frecuentes viajes a Madrid, donde vive una de sus cuñadas, María Nogales Durán. Allí se envían también algunas peticiones de información desde el domicilio de sus familiares, en Fregenal de la Sierra y Valencia del Ventoso. A veces las noticias llegan con dos y tres meses de retraso. González pide que le hagan llegar una fotografía de su hijo pequeño, José, nacido cuando ya había comenzado la guerra y al que nunca llegó a conocer.
La última cárcel y la muerte.
El 23 de julio de 1938 cae Castuera y el ejército republicano se repliega hacia los confines de la Siberia extremeña, hasta la derrota definitiva de marzo de 1939.
Durante esos meses finales de 1938 e iniciales de 1939 los datos sobre José González son esporádicos y fragmentarios, sin que exista certeza acerca de adónde se dirigió una vez tomada Castuera. Parece ser que José González estuvo refugiado en la casa de una familia de derechas de ese pueblo, la de Ignacia de Cáceres y su hija Elisa Amaro de Cáceres. José González se reencuentra en con algunos conocidos de Zafra que, en las últimas semanas de la guerra, le aconsejan que salga fuera de España. Pero su mujer y sus hijos siguen en Valencia del Ventoso y Pepe González se resiste a abandonarlos. Además cree que nada le puede pasar pues a nadie ha hecho daño.
El 1 de abril de 1939 —tomado Madrid, Barcelona y las últimas posiciones republicanas— el ejército de Franco proclama su victoria y la guerra concluye. Hasta tal punto está convencido de su inocencia que José González emprende un regreso suicida a Zafra, pasando de nuevo por Castuera. Allí visita a su antiguo conocido y protegido, Dámaso de Cáceres. Ahora era el nuevo presidente de la Comisión Gestora Municipal. Durante dos horas conversa con él en su casa y después es detenido y conducido a un campo de concentración:
Reconocido por un falangista de Zafra, la noticia de su captura llega a la ciudad de la que fue alcalde y una cuadrilla de energúmenos emprende un viaje macabro hacia La Serena con la intención de participar en su fusilamiento. En la noche del 26 o el 29 de abril de 1939, a poco más de un mes de haber finalizado la guerra civil, José González Barrero, alcalde de Zafra, es fusilado en Castuera. Tenía cuarenta y cinco años de edad. Su cadáver fue enterrado por sus asesinos boca abajo, con la innecesaria pretensión de que nunca saliera.
El ritmo en los días de fusilamientos—tres a la semana— está trágicamente confirmado por la duda en las fechas con que varios años después se inscribió el asesinato de José González: 26 o 29 de abril de 1939, dice la partida de defunción; no 26 o 27, sino 26 o 29, como si las autoridades conocieran la fatídica cadencia con que se fusilaba en el campo de concentración de Castuera.
En plena guerra, agobiado por la violencia y el desastre, dicen que repetía: Se me murió (la) República, se me murió España y sólo me quedó (la) Libertad.